Blog de la profesora de Historia Ángeles García Portela.
Conferencia de la periodista Cristina Fallarás basada en su novela "A la puta calle" en la que cuenta su historia personal, a Fallarás, profesional, con hijos, el paro la lleva a un empobrecimiento tal que desemboca en el desahucio, así pasó de ser subdirectora de un medio de tirada nacional a quedarse en la calle.
Más que conferencia es un monólogo en el que va desgranando su historia que es la de decenas de miles de personas a las que la crisis-estafa se ha llevado por delante, a algunas incluso físicamente por desgracia.
Los que no han caído no tienen ni idea lo que significa descender peldaños en la escala social, siempre parece que eso les ocurre a los demás y en cierta medida que ellos han sido los culpables de su propia desgracia.
En su intervención dice cosas como éstas
-Un proceso de desahucio es algo larguísimo, antes de echarte a la calle te han cortado la luz, has ido a pedir a Cáritas y a Cruz Roja, has robado, los amigos ya no te hablan, cuando te echan ya eres otra persona, no tienes nada que ver con la persona que eras anteriormente
-La gente no sabe lo que es un desahucio porque no sabe lo que es un pobre
-La imagen del desahuciado es alguien en un cajero, con el que uno no se identifica, de repente esa construcción del desahuciado era falsa
-La miseria no la puedes prever
-El sesenta y tantos por ciento de periodistas de este país ya no trabaja, así que el paro no se puede considerar un fracaso personal
-Algo se quiebra cuando se es consciente de que una "no se gana la vida". "6 millones y medio de personas no se ganan la vida", el mes no se empieza, no se acaba y todo se convierte en un continuo precario para ver a quien le pides lo siguiente para sobrevivir
-Una parte de la población se ha desplomado, esta gente que se ha caído no es que tenga menos es que no tienen nada y cuando no tienes nada pasas a ser un excluído. Sin techo y trabajo se produce una devastación profesional, familiar y de la identidad
Esta entrada está muy relacionada con la anterior. El miedo de los periodistas a perder el trabajo hace que, los que permanecen en los medios tradicionales sean, no los mejores, sino simplemente dóciles, adaptándose como ectoplasmas y sirviendo a los intereses de quienes les pagan.