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La apatía política se derrota en la calle

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LibreDiario@Digital / Opinión @ Editorial


Hay quien quiere hacer creer a la gente, a través de los medios de comunicación, que el debate en Podemos implica una confrontación directa, que se solucionará cuando un supuesto bando venza e imponga su manera de entender la organización al otro. Nada más lejos de la realidad, ya que estos análisis simplistas y superficiales se olvidan de lo más importante, y sobre todo, lo más preciado que tiene Podemos: la gente. Y ahí hay miles de sensibilidades, de pasados divergentes, de formas de ver la vida…pero un objetivo común: recuperar la dignidad de quienes menos tienen, restablecer derechos que deben ser de todos/as, alcanzar un sistema más justo e igualitario.


Trabajar por el bien común al fin y al cabo, en eso no hay divisiones y quienes lo tenemos claro, encontramos hueco en esta herramienta de participación. Porque parece que muchos olvidan quiénes somos, de dónde venimos y para qué estamos aquí. Conviene recordar, incluso, qué nos empujó a participar en un movimiento que aspiraba a – y además lo ha conseguido con creces en poco tiempo- remover y trastocar las bases políticas de nuestro país. Hemos logrado desplazar el foco de atención, y ahora ya no se atiende únicamente a aquellas personas que menos lo necesitan, ya sean grandes empresas u otros políticos, ahora se habla de nuestra gente, de sus problemas y sus demandas.


Este ciclón que somos ha conseguido girar el escenario de poder, y no sólo trasladar a la gente la política, sino que sobre todo ha logrado empoderar a miles de personas. Algunas de ellas ya luchaban de uno u otro modo desde diferentes sectores, pero otras estaban totalmente desconectadas de la política. Molestó que nos indignáramos y que recordáramos que no éramos mercancía en manos de nadie, aunque hay quien pensó que las aguas se calmarían y que nos aburriríamos y regresaríamos a casa, frustrados porque nada cambió. Pero fue un antes y un después. Existió una emoción colectiva que se dibujó durante aquellos días de revuelo e incertidumbre, donde no importaba lo qué pudiéramos conseguir, lo único que estaba claro es que no nos callarían. Daba igual que te insultaran porque no estabas solo, porque estábamos juntos y juntas luchando por nuestro presente y futuro, gritando y abarrotando espacios comunes, pidiendo dignidad, decencia, conciencia contra la corrupción y exigiendo derechos que se daban por seguros, y que peligraban: democracia, transparencia, participación y servicios públicos básicos. Defendíamos nuestro Estado de Bienestar.


¿Habitamos en ese supuesto estado social hoy en día? Parece que más bien se ha conquistado el “bienestar” de unos pocos, junto con el malestar de muchos, de la mayoría, es decir, del pueblo. Pero la apatía instalada en diciembre, acrecentada por los resultados de junio, no puede normalizarse. Somos inconformistas y trabajamos por llegar a más, pero no a cualquier precio, y menos a costa de esta desgana política que vuelve a robarnos esperanzas, sueños, ilusión y sonrisas.


No hay recetas mágicas, pero tenemos que tener siempre presente lo que al fin y al cabo nos trajo aquí, y nos empuja a pelear contra todo. Si una parte sigue dándonos puñaladas por conquistar poder, el enemigo real, el de fuera, una vez más vencerá. Debemos seducir, enseñar los dientes al desánimo, dejando claro a quienes creen que institucionalizándonos nos cambiarán y mimetizarán, que se equivocan porque olvidan que somos plaza, que somos calle.


Podemos, como herramienta para aglutinar el caos de reivindicaciones y luchas, ha crecido y ha logrado más de lo que muchos nos quieren reconocer. Queríamos el cielo para que las personas pudieran vivir en mejores condiciones, y nos quedamos a medio camino porque, entre otras cosas, también necesitamos tiempo para hacernos a nosotros mismos. Debemos verlo como una oportunidad, como un momento no de pausa sino de construcción, para hacernos fuertes y cohesionarnos. Y así, de esta forma, sabremos encajar contradicciones y diferencias con lógica pero también con ternura y empatía, sin perder la cabeza y el corazón.


Quienes tengan otra bandera que no sea la gente, quienes no crean en este proyecto colectivo de lucha permanente para cambiar la vida y el futuro de miles de personas, tienen que darse cuenta de que éste no es su camino. Quienes no entiendan que nos debemos a ellos y a revertir las políticas que nos han llevado hasta aquí, no merecen estar en Podemos. Quienes se miran el ombligo y patalean, quienes piensan y actúan buscando sólo cuotas de poder, quienes se enfrascan en agravios internos sin elevar la voz para defender los colectivos, no podrán jamás propiciar el cambio real y necesario para el que nacimos.


Podemos debe ser diferente a todo esto. Con nuestras diferencias, con nuestras almas divergentes, tenemos que tener un mismo fin, donde no prime un debate dialéctico entre moderados o radicales sino donde cuente que tú y yo sumamos mucho más que dos, y que necesitamos siempre de un tercero porque cualquiera es bienvenido/a para hacer frente a las miles de guerras que nos quedan por librar.


La victoria la alcanzaremos cuando nos demos cuenta de que la batalla no la libran cuatro si no miles de manos más, cuando comprendamos que esto no es cosa de colores, nombres o lugares, sino es una batalla inmensa por el futuro, y la única premisa es que no Podemos rendirnos. No es una bonita declaración de intenciones, sino que simplemente, no podemos perder. No es ahora o nunca, no es el único momento histórico, estamos viviendo un proceso, estamos en mitad del camino, de una gran senda por recorrer.


Es ahí donde te necesitamos, donde nos encontramos todos y todas para que la balanza nunca más se olvide de los de abajo, porque precisamente eso es lo que somos. Podemos es la gente, eres tú, es salir a la calle juntas para defender y ganar el presente, es luchar por nuestra gente y su porvenir.



Laura Fuentes, secretaria de Comunicación y Redes del Consejo Autonómico de Podemos Canarias

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