Los datos de disminución del desempleo en los que se apoya el gobierno popular tienen parte de realidad y parte de ficción. Si observamos el siguiente gráfico se puede observar un claro descenso de parados desde el año 2013 donde se encuentra el máximo:
Pero este gráfico en solitario genera una gran distorsión de la realidad, ya que este no realiza un análisis detallado de dicho descenso ni pone el énfasis en determinados indicadores que arrojan luz a los datos. Uno de estos indicadores, que el gobierno acostumbra a omitir, es que la cifra de paro solo contabiliza a las personas que están inscritas en las oficinas de empleo. Muchas personas están en paro, pero no están apuntadas por diversas razones lo cual provoca la disminución de las cifras de desempleo. A su vez hay quetener en cuenta la constante caída de la población activa, es decir que hay gente que desaparece de los registros no porque haya encontrado un empleo, sino porque ha abandonado toda esperanza de encontrar empleo, emigran, o trabajan en la oscuridad de la economía sumergida. Unos indicadores que no aparecen en los titulares, ni en las ruedas de prensa y que si marcan el día a día de las familias.
Si se observa la EPA de octubre (Encuesta de Población Activa) se encuentran muchas de las claves que explican por qué a pesar de “haber salido de la crisis” la pobreza, la precariedad y la explotación laboral no han disminuido, sino todo lo contrario:
En este trimestre el número de asalariados con contrato indefinido ha descendido en 19.000 personas, mientras que el número de asalariados con contrato temporal ha aumentado en 205.000. Esto puede deberse en primer lugar a una economía dependiente del turismo low cost, que no se traduce en un menor margen de facturación de las empresas, si no en unas condiciones que rozan la esclavitud para los trabajadores del sector servicios hotelero y hostelero. Pero si se observa los datos anuales se mantiene la constante: el número de asalariados por contrato temporal ha aumentado en casi 400.000 personas, mientras que el número de asalariados por contrato indefinido solo crece en 178.000 personas.
Este aumento de los contratos indefinidos va acompañado a su vez de un incremento de la terciarización de la economía, donde el sector servicios es el que más crece: en el último año el número de empleados en la industria solo ha aumentado en 91.000 personas y en la agricultura únicamente 43.000 personas, mientras que en el sector servicios se ha elevado en 349.400 personas. Los datos demuestran que el modelo elegido por el PP es el de la baja temporalidad en el sector servicios, dejando de lado la creación de un modelo productivo que no vaya más allá del turismo de Paella y Playa pagado a 5 euros (o menos) la hora.
La baja temporalidad del empleo es una de las medidas adoptadas por la globalización a partir del año 2000, y que se ha incrementado cuantitativamente durante la crisis económica. Actualmente un trabajador puede desempeñar varios trabajos en menos de 3 meses, siendo pizzero, reponedor, camarero, empleado de seguridad y repartidor de publicidad en un mismo año. Si se observa el siguiente gráfico que muestra el tiempo de duración de los contratos temporales, pone en evidencia esta nueva forma de contratación flexible:
A su vez la baja temporalidad supone una competencia entre los trabajadores produciéndose una lucha entre el último y el penúltimo por ver quién se rebaja más sus condiciones laborales: “Si dejas este trabajo hay miles de personas detrás deseando tu puesto”, “no reclames lo que es tuyo porque a la empresa no le cuesta nada echarte y contratar a otro como tú”. El contrato temporal, que en muchas ocasiones no funciona como un trabajo temporal al uso sino que viene a sustituir al contrato indefinido, no se utiliza para realizar un trabajo puntual en un determinado periodo de tiempo, sino que es la correa que utiliza la empresa para mantener a raya al trabajador, ya que si este “no se porta bien” (no sindicación, horas extras no remuneradas, horarios ilegales etc) al llegar la finalidad del contrato, a la empresa le bastará con no renovar al trabajador y contratar a otro que “si se porte bien”.
A pesar del discurso triunfalista y electoralista del gobierno popular en referencia a la situación económica del país, este país de las maravillas económicas no es compartido por la amplia mayoría de la población. Si se observa el índice de confianza del consumidor realizado por el CIS en octubre, encontramos realidades muy diferentes a las que propaga el equipo de campaña de Rajoy. El 71.1% de los encuestados afirma que la situación económica de su hogar es igual o peor que hace 6 meses, mientras que el 83.2% de los encuestados afirma que su capacidad de ahorro de cara al año que viene es igual o peor, a su vez el 45.5% afirma que la situación en España a la hora de encontrar trabajo será igual o peor dentro de un año.
Por otro lado el 40.5% de los encuestados afirma que llega justo a fin de mes, un 13,9% ha tenido que tirar de sus ahorros y casi un 10% afirma haber contraído deudas para poder sobrevivir a la llegada de fin de mes. Las grandes corporaciones son conscientes de dicha situación de precariedad, no hay más que ver como en supermercados como en el Carrefour se nos permite pedir un crédito para hacer la compra y llenar la nevera, o nos podemos encontrar sistemas de seguridad anti-robo en productos de primera necesidad como la pasta de dientes, o el champú, lo que da muchas pistas sobre la realidad del país.
Estos datos son los que habitualmente no se cuelan en la agenda mediática, ni en los equipos de campaña, ni se debaten en los bares. Sin embargo son fundamentales para entender la situación de vulnerabilidad que sufren las familias en el actual contexto español, dentro de esta nueva etapa del sistema capitalista.
Víctor López. Politólogo e Investigador en Comunicación Política.