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Simplemente: Mujer

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El Bar de Pepe



Mujer


Si tenemos en cuenta que Dios creó a la mujer con la costilla de Adán, empezamos a comprender, desde el génesis, el por qué la mujer ha sido, por los siglos de los siglos, sometida por el hombre.


Aun considerando que la iglesia católica, Apostólica y Romana, venera a la madre de Cristo, a la Virgen María, no se entiende como no reconoció hasta el Concilio de Trento (1.545 – 1.563) que las mujeres tuvieran alma.


Históricamente, incluso en las sociedades más avanzadas, a la hembra se le ha tenido, en consideración como “ese objeto del deseo” al servicio del varón.


El caso es que hemos llegado a Luna, investigamos el Cosmos, viajamos por las Galaxias, exploramos los planetas, hemos avanzado en todos los órdenes y, sin embargo, sigue existiendo desigualdad entre el hombre y la mujer. No solo en el terreno laboral, no es la mal llamada “brecha salarial” lo más importante de esa muralla que separa hombres de mujeres y viceversa, es un estilo, un modo de vivir que se ha ido contagiando de padres a hijos.


No es lo más importante los sillones de los consejos de administración, ni los escaños en el Congreso, ni la poltrona en el Consejo de Ministros donde se puede reivindicar los derechos de la persona, de la mujer, lo importante está en el hogar, en el comportamiento del marido con la mujer, en la forma de convivencia de la pareja. Es el hombre el que debe reciclarse en cuanto al trato con la mujer, por muchas razones, pero sobre toda porque sobre ellas recae la importancia de ser madres, algo que deberíamos tener en cuenta como plus añadido a sus derechos fundamentales.


El comportamiento en el hogar del padre con la madre, compartir las tareas domésticas como algo normal y natural, es fundamental para que las nuevas generaciones se eduquen en el sentido del respeto mutuo.


Hay mucho que cambiar, mucho chip atrofiado de mucho cromañón.


Desde las religiones hasta el deporte, desde los parvularios hasta las universidades, desde el convencimiento que sirva para erradicar la desigualdad de género no solo en el “primer mundo”, también en el “segundo y en el tercer mundo”.


No debemos olvidar el drama de las violaciones de niñas y la ablación de clítoris, oficialmente llamada mutación genital femenina (MGF) en África, la venta de niñas para la prostitución en medio mundo, la trata de mujeres en el norte de Europa, en Rumanía, Polonia... eliminemos de nuestro ambiente cualquier indicio de dominación de la mujer, aunque sea importado.


Prohibamos estilismos extranjeros que provoquen la degradación de la mujer, no podemos pretender una sociedad homogénea si a nuestro alrededor tenemos el contraste de burkas e hijab, vestimenta árabe del sometimiento esclavo de la mujer al hombre.


Si queremos lograr una sociedad justa deberemos, no solo evitar recuerdos fascistas de Hitler, Mussolini, Franco, etc., también todo lo que nos pueda recordar la dominación, el esclavismo femenino por parte del hombre, por lo menos en nuestro entorno.


Poco, muy poco han hecho los políticos para reivindicar el lugar que merece tener en la sociedad la mujer española del siglo XXI.


Ningún partido político ha promovido leyes eficaces para igualar la diferencia social de la mujer. Esa es la puñetera realidad. Ahora todos quieren subirse al carro del "modernismo", claro que o lo hacen por las buenas o por las malas. En las próximas dos décadas la mujer será la protagonista en el mundo.


Dejemos las chorradas de la mujer “azafata”, la mujer modelo o la publicidad “machista”, no existe mejor reivindicación que el trabajo digno y bien remunerado.


Si no somos capaces de inculcar a nuestros hijos, desde la cuna, el respeto al ser humano, independiente del sexo, este mundo acabará siendo lo que ya empieza a oler, un gran estercolero.


Por Joaquín Hernández

Libre@Diario