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No todo ha sido inútil

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El bar de Pepe



Cuando la tragedia busca un hueco para meterse en tu vida, por muy aseado que estés, por muchos escapularios que tengas en tu pecho, por mucha fé que tengas en los dioses del Olimpo, cuando los hados del destino se ceban contigo y los ángeles de la guarda están de vacaciones, por mucho que quieras evitar la desgracia será imposible.


El caso de pequeño Julén, apenas 2 años de edad, es un claro ejemplo de la angustiosa historia de una familia totalmente destrozada. Primero le sucedió la muerte súbita de su primer hijo, apenas 3 años un infarto se lo llevó al más allá.


Ahora un domingo, una paella, familia y amigos, un descuido, un segundo bastó para que el infortunio volviera aparecer en la vida de José y Vicky, ¡otra vez no! fue el grito desesperado de los dos... ¡otra vez no!.


No hay culpables. Y si los hay, habrá que buscarlos en la ciencia paranormal. No es culpable el pocero que taponó el pozo con un par de piedras. No son culpables los padres, familia o amigos que estaban en aquel fatídico momento tomando una cerveza y preparando el arroz. Si hay culpable será la Parca, la muerte que, aquel día, paseaba por Totalán un pequeño pueblo en la provincia de Málaga hoy tristemente famoso por la muerte de Julen.


No es baldía la muerte de Julen, en absoluto ha sido en balde, su muerte nos ha enseñado, nuevamente, que la solidaridad en los seres humanos existe, que somos capaces de dejar a un lado nuestros egoísmos, nuestras miserias, que prescindiendo del coste, del dinero, cuando se trata de ayudar por una causa noble, por la vida, todos somos solidarios, todos nos convertimos en José y Vicky, todos somos hermanos, tíos, primos, abuelos, vecinos de Julen.


La tragedia existe, pero ante la desgracia siempre gana la esperanza de sentir, de comprobar, que vivimos en un mundo que puede ser y debe ser mejor...



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Por Joaquín Hernández


Libre@Diario