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El peninsular, el godo y el godillo

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Libre


Canarias


EL BAR DE PEPE

EL PENINSULAR, EL GODO Y EL GODILLO


En el programa - concurso de Antena 3 tv. ¡¡Bom!! la pregunta a una de los concursantes, joven universitaria, o licenciada, le preguntaron: “Las islas Canarias se encuentran situadas frente al continente: ¿Americano o Africano?"


La respuesta sin titubear fue: AMERICANO.


Si esto ocurre hace 40 ó 50 años, hubiera disculpado a la concursante, hoy en día demuestra el pasotismo que una gran parte de la población española tiene para con los canarios, además de su incultura, como mínimo, geográfica.


Las islas Canarias, y por mucho que me quieran llevar la contraria algunos colegas y políticos, históricamente han sido las grandes olvidadas de los españoles continentales.


El desconocimiento era tan monumental que el mapa que ofrecían en las escuelas situaban al archipiélago debajo de las islas Baleares y no era de extrañar que mucha gente nos pensará que a menos de una noche de barco o tres cuartos de hora de avión estaban en Tenerife o en Gran Canaria.


No es de extrañas ya que hasta hace poco tiempo los canarios no conocían su propio archipiélago e incluso tampoco su propia isla. Si ponemos como ejemplo que hasta el año 1970 se tardaba unas 5 horas en recorrer el trayecto desde Santa Cruz de Tenerife hasta el sur de la isla, que para venir de isla de la Gomera se tardaba 18 horas en un barco correo y que el mismo trayecto entre las dos islas capitalinas con buen tiempo y en un barquito llamado Santa María de las Nieves, con buen tiempo oscilaba entre las 7 horas y media a 8 horas, un trayecto de 100 km, no pasaba de 7 nudos la hora, todo una aventura náutica, con un coste elevadamente alto para el bolsillo de los canarios.


Tanto era el terror que demostraban los españoles continentales por las islas que sirvieron como “destierro” a políticos y disidentes franquistas.


A partir de los años 50 con la incorporación de la milicia universitaria, la cuestión empezó a cambiar y fueron muchos los muchachos que, queriendo vivir “intensamente” y emulando a los antiguos conquistadores y colonizadores castellanos, se arriesgaron a venir para hacer su servicio militar obligatorio en la isla de Tenerife.


El resultado fue el de siempre, los isleños, asombrados de la “sabiduría” de tan ilustres visitantes, les recibieron con los brazos abiertos, sobre todo las jóvenes mujeres de la época que deseando descubrir el Continente, estaban dispuestas a dejarse querer por aquellos militares de uniforme diferente a los soldaditos isleños.


La mayoría de estos visitantes eran descendientes de terratenientes andaluces o importantes hombres de negocio catalanes, o bien de la nobleza castellana, lo que quiere decir que la prepotencia con la que trataban a nuestra gente rallaba en el racismo.


Con el paso del tiempo, y con buen criterio, se amplió a todos los jóvenes en edad militar y fue cuando se empezó el intercambio de la mili, es decir los canarios a la península y los peninsulares a Canarias.


Lo que no mejoro fue el trato vejatorio con los que algunos de estos muchachos venidos de allende los mares, tenían con los nativos isleños. La prepotencia y la mala educación rallaba en sus actos y más de una vez hubo encontronazos violentos entre locales y foráneos.


Fue por aquel entonces cuando los canarios acuñamos la palabra “godo y godillo”.


En realidad existían tres definiciones: peninsular, godo y godillo.


El peninsular era aquella persona respetuosa con nuestras tradiciones y costumbres, generalmente se incorporaba a nuestra sociedad y en poco tiempo se comportaba como un canario más.


El godo era aquel descendiente de terrateniente, empresario o de la nobleza, que incorporaba a su equipaje el salacot, las botas y pantalones cortos para ir de safari a matar leones, por lo que los canarios podíamos servirles como porteadores, ya que carecíamos de la cultura necesaria para su nivel continental. Nunca se insertaban en la sociedad isleña y con el tiempo eran rechazados y marginados por los propios nativos, con lo que en poco tiempo se marchaban con el salacot de recuerdo.


El Godillo era como el anterior, pero ademas concurría la circunstancia que este nuevo espécimen peninsular, venia dispuestos a colonizar a los aborígenes guanches, todos vestidos con taparrabos, incultos y esperando ser domesticados por tamaño personajillo.


Estos individuos duraban mucho menos tiempo entre nosotros, pero el daño que hicieron a la imagen de los españoles peninsulares fue de tal magnitud que dio lugar a movimientos independentistas y el rechazo social fue tan grande que, en los años 70 al 90 del siglo pasado, las pintadas de “GODOS FUERA” estaban en todas las islas.


Hoy en día, cuando la comunicación social acorta la distancia y en menos dos horas estás pisando suelo peninsular, y la televisión y la radio, el turismo trae 5 millones de españoles que visitan nuestras islas, aún así, sigue existiendo el godo y el godillo.


Que nadie crea que son insultos, y el que lo piense demuestra poco conocimiento de nuestra historia contemporánea, es la forma con la que nosotros, los canarios, todos los canarios, expresamos el rechazo aquellas personas de otras latitudes que, desconociendo nuestra idiosincrasia, nuestra geografía y gastronomía, se limita hacer afirmaciones sobre los canarios grotescas y hasta cierto punto ofensivas, y no solo con palabras, también con gestos.


Me siguen molestando los godos y los godillos.




Joaquín Hernández, periodista y analista político

Libre@Diario