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Acorralado Ricardo Melchior ante su inminente cese, trata de arrastrar con él al director de la Autoridad Portuaria

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LIBREDIARIO@DIGITAL / EL DIGITAL DE CANARIAS@.NET / EDITORIAL


Pedro Rodríguez Hermoso (*)


Si la situación en la Autoridad Portuaria de Tenerife hace unos meses se definía como insostenible, hoy es un hervidero, motivado por los líos judiciales de su presidente y por los incesantes rumores de su destitución.


Que el cese de Melchior es inminente, parece un hecho. Un secreto a voces. Pero lo que estas voces ahora se preguntan es ¿cuándo? ¿cuánto más se hará esperar el cese oficial?


El mismo presidente y sus secuaces en la Autoridad Portuaria – UGT y unos pocos funcionarios, todos ellos barrigas agradecidas -, están realmente nerviosos por este desenlace imprevisto y transmiten su nerviosismo a todos los órdenes a los que pueden llegar, desprestigiando de este modo a la Institución y a los que allí trabajan.


Melchior, acorralado, en su decadencia, no se resiste a ser derrotado sin arrastrar con él al director, objeto de todas sus iras y al que ha tratado de destituir desde el momento en el que se negó tajantemente a acatar sus instrucciones de dudosa legalidad.


Con Díaz ha topado Melchior. Este toro no esperaba lidiarlo, acostumbrado a la sumisión en su ordeno y mando cotidiano. De Díaz se dice que es un profesional íntegro con más de 25 años trabajados en el Puerto y un curriculum impecable, al que avalan en su gestión las empresas y usuarios de los puertos de la provincia. Sus colaboradores aseguran que es respetuoso y de trato exquisito con sus empleados, siendo de los pocos que se han negado ante las imposiciones sin sentido y no acordes a la ley del actual presidente, plantando cara de manera firme a aquel que dice ser “el que más manda” y “esto se hace porque yo lo digo”.


Melchior, malas noticias, usted no es el que más manda. Quizás en su casa. En la Autoridad Portuaria, es la ley la que manda y es de agradecer que alguien se atreva a recordárselo de vez en cuando, aunque con ello encienda su ira de ‘Todopoderoso’.


En su declive, Melchior, atormentado, no se resiste a perder la partida que él solo ha comenzado y a la que él solo, junto a su banda, ha estado jugando durante los últimos meses: la de defenestrar al director, la de humillarlo y acabar con su prestigio y ello por no facilitarle disponer de los dineros de la Autoridad Portuaria para satisfacer sus caprichos. Los mismos caprichos que ahora se investigan y por los que una fiscal anticorrupción lo ha imputado.


Pero Melchior no está solo en esto. La investigación continúa y no sería extraño que algunos de los funcionarios barrigas agradecidas tuvieran que hacer una visita al Juzgado para declarar qué han firmado y porqué y tampoco extrañaría que se citara a los miembros del Consejo de Administración de la entidad, máximo órgano responsable.


Esperemos que los 500 euros por sesión que se les paga a cada uno de ellos, no sea solo por asistir al bochornoso espectáculo mensual del Presidente de la Autoridad Portuaria, sino que lleven implícita alguna responsabilidad en la gestión.



(*) Articulista

Libre@Diario