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El debate del mundo Pocoyó, bla, bla, bla y más bla, bla, bla

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LIBREDIARIO@DIGITAL / OPINIÓN / EDITORIAL


EL BAR DE PEPE


EL DEBATE DEL MUNDO DE POCOYO

BLA, BLA, BLA, Y MÁS BLA, BLA BLA…


-Pepe!! ¡Desde luego que eres masoca…cambia el canal coño!!


De esta forma gritaba un parroquiano mirando el plasma de un metro de largo por medio de ancho, que Pepe había comprado para atraer a los parroquianos a tomarse el vinito mirando los partidos del Tenerife cuando, antes de hacer la cabronada y el chantaje autorizado por el gobierno de Rajoy la empresa de telefonía Movistar se hizo con el control de emitir los partidos de la segunda división previo pago de una cuota, se emitían en abierto y por el canal de la televisión autonómica.


En ese momento hacía el “paseíllo” al lugar de oradores del chiringuito del número 7 de la tinerfeña calle Teobaldo Power, y en plan bombero torero Román Rodríguez se dirigía con saludos al tendido y entre olé y olé de su cuadrilla empezaba la faena. Patético, bochornoso, esperpéntico el discurso del presidente de esa cosa que no sabemos si está a la derecha o a la izquierda, si sube o baja, y siempre en el mismo tono, llamada Nueva Canaria, siempre con la misma milonga sentimental; ya sabemos que su discurso empieza y termina igual y siempre dice la verdad, pero nos aburre porque todo se queda en el mismo lugar que lo dejo en el anterior debate de esa cosa que llaman del estado de la nación. Román habla de la pobreza, de la miseria, de la sanidad, de la educación y desgraciadamente año tras años repite lo mismo, o sea Román se queja, pero nada arregla. Si todo no fuera tan trágico, tan profundamente dramático, nos produciría hilaridad los gestos, al mejor estilo Chiquito de la Calzada o Cantinflas, en los que se apoya el diputado Rodríguez.


El debate de los otros, de ellos, de aquellos que están tan alejados del pueblo que dicen representar, que han conseguido tener que reconocer que el pueblo canario, los honestos ciudadanos de a pie, la masa popular se siente enteramente desvinculados de sus diputados, más todavía: muestran una total indiferencia hacia ellos. A tal indiferencia les han llevado quienes carente de toda categoría política o agarrotados por las exigencias de la disciplina de partido, han convertido el Parlamento de Canarias en una especie de club privado. El discurso de “nuestro” presidente, escaso de contenido, falso en sus proclamas y carentes acciones sociales que eviten la pobreza, el paro, la indigencia, los desahucios, parece destinado a los de siempre… a los poderosos.


Fernando Clavijo no puede defender que la Reserva de Inversiones de Canarias no sea un artificio de ingeniería fiscal hecho ex profeso para defraudar el 90% de los impuestos sobre beneficios de empresarios en Canarias. Nos tomaron el pelo cuando nos dijeron que esa “reserva” serviría para la creación de empleo y el impresentable del presidente en lugar de poner orden en esa cueva de defraudadores que supone el RIC (primo hermano de las SICAV en la península) defiende a ultranza el sistema que aprovechan los cuarenta amigotes de Alí Babá.


Del tema del REA mejor no hablar, porque si hablamos todos sabemos que es un secreto a voces que se está cometiendo un fraude a la hacienda pública al permitirse la acumulación de las ayudas del Régimen Especial de Abastecimiento (REA) para la importación al Archipiélago de productos esenciales para el consumo humano con la subvención al transporte de mercancías. ¿Nos toma la “camella” el presidente Clavijo? ¿Con que cara dura puede defender lo indefendible?


¿Para qué sirve ese debate? a no ser que sea una terapia entre ellos para justificar los sueldos que cobran, los coches oficiales, los viajes VIP, e intentar convencernos que trabajan para el pueblo que, aburrido, desesperanzado, acojonado, observando la mediocridad de aquellas personas que tienen en sus manos el destino de 2 millones de personas maldice el día que depositó su voto confiando en esa panda de personajes que faltos de ideas e imaginación que medran en sus poltronas esperando otros cuatro años de buena vida. Y así, año tras año, se repite la misma historia, lo único que cambia son los muertos que se han quedado por el camino, la juventud que asqueada, sin presente y con menos futuro se pone la mochila a la espalda y marcha esperanzada buscando lo que se le niega en su tierra. Canarias, además de ser un país de viejos, es un país de pasotas que hartos de estar hartos de oír siempre lo mismo mandan al carajo los discursos de los otros, esos que sólo sirven para hacer el paseíllo al ritmo del pasodoble islas canarias. Desde luego que Román no tiene por qué preocuparse, seguro tiene futuro en el Club de la Comedia.




Joaquín Hernández, PERIODISTA Y ANALISTA POLÍTICO



Libre@Diario