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Aplanar la curva sanitaria, evitar la curva social

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María




La crisis sanitaria desatada por la propagación del coronavirus COVID-19 será estudiada en los libros de historia. Nadie, ningún gobierno estaba preparado para asumir un virus de estas características, con una velocidad de contagio tan vertiginosa.


También se estudiará nuestra respuesta, no supimos leer lo que estaba ocurriendo en China, y a la culta y prepotente Europa, empezando por Italia, y después España, nos pilló con el paso cambiado, mirando hacia otro lado, como sí el virus originario del lejano Oriente no tuviera nada que ver con nuestros civilizados países y nuestra población fuera inmune.  “Cosa de chinos” pensaban algunos, y con no viajar a China ya era suficiente para evitarlo.


Llegamos tarde y mal -en algunos casos nunca- y nuestra capacidad de respuesta para abordar de forma eficiente el contagio masivo del Coronavirus, controlar la expansión de la pandemia, evitar daños y sufrimiento a miles de personas y   salvar vidas, no ha estado a la altura, no ha sido lo suficientemente rápida como la mayoría de la población hubiéramos deseado.


Nos ha faltado agilidad y sobrado soberbia, y como consecuencia de ésta no lo vimos venir, no imaginamos que esto sería tan grave, que recorrería continentes y se iría colando por distintos países hasta llegar al corazón de nuestra vieja Europa y también al de nuestras casas.


La soberbia transformada en ceguera nos impidió ver que no éramos inmunes, que nadie estaba a salvo de la COVID-19, que afecta a todas las clases sociales, que sí no nos ha tocado todavía directamente, lo hace a través de nuestras familias, amistades, o seres queridos, a veces en situaciones muy dolorosas y dramáticas,   dejando al desnudo nuestra vulnerabilidad.


En nuestra defensa, ya lo dijimos al principio, cabe decir que ningún gobierno,  de ningún país,  estaba preparado para esta pandemia, el nuestro   tampoco, el  Gobierno central y los gobiernos autonómicos hicieron lo que pudieron, pero cuando fueron conscientes de su magnitud, ya era demasiado tarde para disponer del personal, instalaciones  y material sanitario, adecuado y suficiente, para hacer frente al virus, evitando contagios en el personal sanitario, servicios esenciales  y,  por ende,  en el resto de la población.


Llegamos tarde para comprar y que llegaran a tiempo los tests imprescindibles para diagnosticar la enfermedad, los EPI -equipos de protección individual- para el personal sanitario y sociosanitario, respiradores para pacientes, mascarillas para la población, etc.


Llevamos un mes de confinamiento en el que hemos aprendido mucho y nos hemos familiarizado con conceptos en los que hasta ahora no habíamos pensado.  “Aplanar la curva” ha sido uno de ellos, casi como un mantra, una obsesión, como si fuera la mejor opción mientras no tengamos vacunas que prevengan o medicinas eficaces para curar la COVID-19. 


“Aplanar la curva”, como un reto, que el pico no sea muy alto, que no se infecte todo el mundo a la vez, para que, cuando tarde o temprano vayamos cayendo, nuestro sistema sanitario no colapse y esté suficientemente preparado para ofrecer la atención que cualquier paciente necesite sin que nadie corra más riesgos de los precisos. 


A lo largo de este mes se han ido tomando una serie de medidas excepcionales, los gobiernos tanto autonómicos como estatal no han dejado de trabajar ni un solo día en busca respuestas y soluciones tanto a los problemas sanitarios como a las consecuencias sociales y económicas que de la pandemia y el confinamiento se han derivado.


Con respecto a la crisis sanitaria podemos decir que la situación ha mejorado, que vamos tomando las riendas y  el  control de la enfermedad, que por fin empezamos a ver un poco de luz, que disponemos de más recursos y material tanto para pacientes, personal sanitario, como para el resto de la población, y que la famosa curva deja de ser tan empinada y pronto, parece, empezará a aplanarse, dejando ver algo que no parecía tan evidente, el desbastado paisaje social que nos deja el virus a su paso.


Si la soberbia convertida en ceguera no nos dejó ver, para reaccionar a tiempo, la que se nos venía encima desde el punto sanitario, no volvamos a caer ahora en la misma piedra, y que ninguna otra ceguera nos impida ver y tomar medidas sobre esta crisis social de paro, pobreza y exclusión social que ya se está gestando.


Estamos a tiempo de actuar antes de que sea demasiado tarde, de prevenir mejor que curar a la desesperada, de invertir en evitar que se dé un pico de descalabro social y que cientos de miles de personas y familias tengan que sufrir el desgaste de la lucha por la supervivencia.


Tomar medidas valientes ahora es impedir que el número de hogares sin ningún tipo de ingreso, sin nada que llevar a la mesa o sin poder cubrir necesidades básicas se dispare, es frenar esa “curva social” antes de que sea demasiado tarde y el daño resulte irreparable, que obligue después a gastar recursos y energías en aplanarla.


Estamos a tiempo. En Canarias, desde el Gobierno y  la Consejería de Derechos Sociales  se han dado ya los primeros pasos, toca seguir avanzando en esa línea y lo siguiente,  para no dejar a nadie atrás,  es garantizar un ‘ingreso canario de emergencia’; un ingreso mínimo que atienda, mientras dure la crisis, a todas las personas y familias que se han quedado fuera, sin nada, sin empleo, sin PCI y sin ninguna otra renta o prestación  que les permita pagar un alquiler o llevarse un plato de comida a la boca.


Más de 40.000 familias en Canarias están en esa situación, nuestra obligación es promover todos los recursos y medidas necesarias, fiscales y políticas, para que quienes no murieron víctimas del coronavirus, no lo hagan ahora víctimas de la pobreza, que si el virus no entiende de clases sociales, la pobreza sí que tiene su caldo de cultivo en las personas y familias más vulnerables.


Decía José Saramago en Ensayo sobre la ceguera que “en una epidemia no hay culpables, todos son víctimas”. No podemos decir lo mismo ante una crisis social, porque como consecuencia de una mala gestión de lo público, o inadecuada redistribución de la riqueza, sí que hay víctimas, y también culpables.


Estamos a tiempo de evitar ambos polos.




Por María del Río Sánchez

Presidenta del Grupo Parlamentario Sí Podemos Canarias

Secretaria de Feminismos, Igualdad y LGTBI de Podemos Canarias 


Libre@Diario