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La imagen como verbo. Parte V

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Hugo Fernández Robayna para LIBREDIARIO@DIGITAL  / OPINIÓN / EDITORIAL


Los comics estadounidenses representan muy bien la conciencia de icono visual evocador. Como si se tratara de estandartes. Desde sus propios protagonistas, especialmente en los primeros momentos de su producción, poniendo de relieve la visión individualista de la oferta cultural anglosajona.


Si establecemos tres períodos, jalonados por la II Guerra Mundial y por la década de los ´70-´80, podemos apreciar en personajes como Superman y Capitán América –aquí la ligazón entre texto e imagen se erige en incontestable- cómo empiezan ya vistiendo banderas –genial el –whatif- dedicado al Superman que ha crecido en la Rusia Soviética: “Hijo Rojo”-, iconos puros e incontestables de superhéroes que encarnan una ideología occidental en su representación de mitos salvadores: los colores de la bandera estadounidense pero también de la francesa e inglesa, blancos, hombres, encarnando aquello tan de orientación calvinista de yo, yo mismo y por mí, la Kultur de desarrollo individualista, teñida peligrosamente en su ausencia de cuestionamiento por la Civilisation Française del XVIII-XIX, ampliamente dicotómicos, sin cuestionarse para qué país luchan… solos. 


Superman nunca se cuestiona en qué sociedad vivir o defender, a pesar de tener su refugio, sus recuerdos en el desierto polar; encarna una imagen de humano sobreactuada en su debilidad –narrativamente para que la diferencia con la imagen de superhéroe sea más acusada, pero esconde un trasfondo de crítica hacia la humanidad, como queriendo decir: si fuerais más maduros, yo podría tener una vida más convencional, tranquila y feliz como las de mis padres adoptivos granjeros: un Hércules deificado que no parece poder entrar en el Olimpo de puro vacío: un trasunto llevado al extremo por el Dr. Manhattan, un adecuado y más simbólico émulo, una de las tantas reflexiones que ofrece Watchmen, desde un autor, inglés, indie, como es Alan Moore-, se puede ver su condición como la eterna condena del extranjero perpetuo –ecos de Camus-, y, pese a ello, o quizá por esta misma razón, lucha con denuedo para defender esa sociedad y llegar a ser un estadounidense de pleno derecho –aquí hay una clara lectura de todos los emigrantes que forman la población de los actuales U.S.A., cuya mayoría también escapa de una situación previa llena de dificultades, quizá unidos por la mixtura de sus orígenes, una idea felizmente postmodernista-. 


El Capitán –que tiene muchas más interpretaciones que Teniente o Cabo, por ejemplo, porque es la representación de quien lidera, ya sea en Infantería, ya sea en Marina, ya en un equipo deportivo, ya en el Club de los Poetas Muertos…- América –dicho esto, presentado ya gran parte del discurso- viste una bandera, ojo, con pocas estrellas, quizá aludiendo más al estadounidesismo tejano –se nos diluye la representación de la bandera estadounidense de la multitud unida a favor de la imagen de salvador encarnada en pocos, en este caso en uno solo; sin dejar de recordar que la estrella blanca también es símbolo de revolución en general, de independentismo y de Comunismo en particular-, con las barras cambiadas de dirección, a veces con una especie de mallas medievales y con las alas del petasso de Hermes, o quizás del héroe que no necesita a Pegaso…y… ¿sin armas?. 


Más allá de interpretaciones más profundas –los creadores del personaje no eran iconólogos-, podemos aventurar que, en este caso, ha habido un intento por mezclar dicha enseña con elementos de varios mitos y personajes. El hecho curioso es que el Capitán América, por la misma razón de vestir ese estandarte, y a pesar de que se nos presente como un individuo sano, sencillo y de valor incuestionable, no puede ser nunca ni inocuo ni ingenuo ni inocente –como no puede serlo nadie que se decida por vestir una bandera, por el patriotismo invasor, no defensivo-; no puede seguir ese discurso defensivo del que hablamos porque su defensa sigue el dictado de que la mejor es el ataque, aunque emplee un escudo. Porque precisamente lo usa para atacar. 


Más allá de sus fronteras –¡la invención del escudo invasivo!-. El mensaje se me antoja claro, y parece resumir la política de defensa estadounidense de las últimas décadas, pruebas falsas incluidas con la insistencia de escudo de misiles para redondear el artefacto cultural: golpeo para defenderme, invado para que no lo hagas tú. Ecos romanos. Ecos del león de Maquiavelo. Y de la zorra cuando la lucha es indirecta. Lástima que el modelo valga para Italia en épocas concretas y no para una re-creación de Eterno Retorno a través del ataque-defensa continuo y la profecía autocumplidora que no deja de actualizarse: en este sistema nunca faltarán enemigos precisamente porque el modelo es paranoico, y, a la vez, da sobradas razones al resto para serlo, más allá del equilibrio que ofrece repartir la hegemonía, debate que también ofrece el florentino. A lo que primero aprenden a temer los revolucionarios es a la misma revolución. Franceses, Ex-ingleses y rusos. Reflejos de estalinismo. La misma estrella.


Por contra, en décadas más recientes, en publicaciones estadounidenses, -junto a la representación/personificación de unas moralejas más diluidas y complejas- asistimos al nacimiento de grupos post-era Guerra Fría, o al menos que se establecen con más fuerza en este período, como Factor-X, Patrulla-X, Generación-X -que parecen subrayar la idea de que Charles Xavier, la X aludida, es el poder en la sombra -¿necesaria?- como las agencias estadounidenses que controlan el país más allá de los políticos electos, localmente o mundialmente como el grupo Bilderberg, los masones o los Illuminati-; todos ellos son grupos de ´superpersonas´, más heterogéneos, que tienen que definir conscientemente, ya no de forma instintiva, fatalista, irrenunciable…su escoramiento hacia un lado o hacia otro, incluso de distintos países, con distintas propiedades-poderes, orígenes y motivaciones; la responsabilidad sobre ellos mismos y sus acciones también se ve reflejada en la decisión de entrenar sus poderes a la vez que reciben la monitorización de los que son más poderosos o añejos, como el Profesor-X; compartir objetivos comunes se hace también bajo el deseo de integrarse en una sociedad que les odia y les teme –y que quizá nunca les acepte por completo-, y, en última instancia, formar una familia que les acoja y les proteja…¿como a los emigrantes en la Costa Este tal vez…? –sus motivaciones no son inocentes/altruistas al 100%- y, en gran medida, da sentido a sus vidas: la comunidad X construye así mismo su nación más ideológica que físicamente y así puede operar más allá de ámbitos norteamericanos, como Excalibur. 


La idea de cohesión, variedad y trabajo en equipo llega visualmente con el desfile de insignias y colores de uniforme que van compartiendo, con lo que reflejan la idea de que el háztelo-tú-solo del Protestantismo más radical, el de la teocracia: el Calvinismo, va dejando paso a la representación de un mundo cada vez más complejo –en el que a los mutantes no se les puede clasificar simplemente como superhéroes o como supervillanos, pues muchos de ellos cambian de bando- en que hay que esperar a la evolución de los hechos o provocarlos trabajando en grupo, en el que muchas veces se trata de convencer al antagonista en vez de simplemente ir hacia él en línea recta –representan la necesidad de ser más diplomáticos, más en la línea de alianzas de países, aunque sean algunos más iguales que otros, como en la O.N.U., no en vano la amenaza nuclear en la Guerra Fría y la necesidad de derivar la lucha están cerca en el tiempo, los poderes de los personajes cada vez tienen más que ver con hallazgos científicos…-; juega con la poderosa influencia de arquetipos contrarios, en la heterogeneidad de formas, poderes, historia de sus personajes homogeneizados visualmente cuando comparten uniforme como representación de cohesión: en suma, nos devuelve la imagen de un mundo más rico, moderno, cercano.


Qué decir del aspecto oscuro, frío, apagado, con apellidos ocres y grisáceos-que invitan a amalgamar distintas posiciones éticas-, contraste en blanco y negro –que subrayan la dicotomía del maniqueísmo- que necesita, son, constituyen, la narrativa en Batman de DC, Spawn –éste más rico visualmente y con más contrastes-, Sin City, 300, V de Vendetta –representando el alzamiento del totalitarismo en UK-… 


Tal y como la música es apoyo y expresión emocional de lo cinematográfico, el sentimiento en lenguaje visual –sin menoscabar el texto, cuya representación, más allá de la importancia del contenido, en tipos de letras y formas de ´bocadillos´ merece también una importante consideración-, artístico, industrial viene de la mano de las expresiones faciales, gestuales de los personajes, como decíamos, de su morfología, si se permiten estilos más o menos realistas –recordemos que en la Patrulla-X dibujada por los hermanos Kubert hasta un señor en una silla de ruedas como el Profesor-X contaba con un físico de atleta olímpico- o personalistas en el juego de texturas, o directamente sin entintado –por cuestiones económicas, sin dejar de dotar de una estética interesante: ´Fian el rebelde´- o con un estilo que no pretende ser fiel a la realidad -´Maxx´ de Sam Kieth-, más o menos –Whilce Portacio- dinámico, más o menos perfeccionistas, hasta autores que llegan a basarse en fotos o fotogramas para casi cada una de sus portadas –Alex Ross-. Y qué decir de la sinergia entre el medio cinematográfico –siendo causa y efecto el uno del otro, desde la temprana consideración del comic como ´cine para pobres´- y la viñeta, ya que nombrábamos tal maridaje, más allá de compartir historias que contar: primeros y segundos planos, planos secuencia –con sus complejidades también en la superposición de imágenes del mismo personaje en la misma viñeta-, zooms, picados, contrapicados, planos cerrados y abiertos, ausencia de textos/diálogos… 


No olvidemos que, proyectos cinematográficos de gran repercusión, como La Fuente de la Vida o Superman se materializaron primero como comic, y que hoy día es impensable realizar una producción de un mínimo alcance sin el diseño del storyboard. Una excelsa muestra, amén de títulos como V de Vendetta o Watchmen, la tenemos en un filme que deviene viñeta `líquida´ a cada fotograma: A Scanner Darkly.


Su propuesta formal/narrativa no es baladí: conjuga imagen de diseño gráfico con actores reales en un intento de conjugar la estética con la percepción e identidad tamizada por la lucha contra la droga, su ingesta, y la incapacidad de confiar sea en uno mismo sea en los que nos rodean, todo muy del estilo y gusto de Philip K. Dick, en cuya obra se basa el guión. La idea del traje que ofrece una imagen cambiante del portador es sublime, icónica de la misma historia y de sus fundamentos.





La variedad visual está servida, y, con ella, nuestra riqueza experiencial sin dejar de ser ofrecido como nutritivo alimento cognitivo.  



Hugo Fernández Robayna


hugo.fernandez.robayna@hotmail.es, tfno. 606 618 603

Hugo Fernández Robayna

Antropólogo Social y Cultural, Psicólogo Clínico y Educativo, Docente y estudiante de Geografía e Historia,

LinkedIn: https://www.linkedin.com/in/hugo-fern%C3%A1ndez-robayna-82152b51/





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