Hemeroteca
El 29 de abril de 1979, un empleado de seguridad de una fábrica de materiales de construcción situada en Taco, Tenerife, se encuentra que –hacia las 11 de la mañana- uno de sus perros de raza pastor alemán está muerto. El animal aparece junto a un viejo coche abandonado, a más de 20 metros de donde suele estar atado y sin su collar, que parece haberle sido arrancado del cuello.
Al examinar el cadáver advierten que tiene dos orificios circulares y cauterizados en un costado por donde le han extraído el corazón y el hígado y, aparentemente, toda la sangre. El perro no presenta signo alguno de lucha o de haber sido envenenado. Los obreros no encuentran tampoco ninguna pista que pueda ofrecer alguna explicación a lo sucedido. Ni huellas, ni sangre alrededor,… nada. Y eso que, como decimos, el perro parecía estar completamente exangüe. Un atacante muy limpio… y muy extraño.
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Vista de Taco |
Recordemos, en este punto, algunos casos americanos en los que los testimonios se refieren a la posibilidad de que el chupacabras utilice algún gas paralizante para someter a sus víctimas o que, incluso, tenga poderes telepáticos con los que tomar el control de la situación. Aunque nos parezcan hipótesis cogidas por los pelos dejémoslas, al menos, aparcadas en el lado de las posibilidades imposibles por si acaso hay que echar mano de ellas más adelante.
La oleada de sucesos inexplicables de 1979 no ha hecho más que comenzar. A mediados del mes de mayo, la Policía Local de La Laguna recibía una nueva denuncia sobre otro extraño ataque. En Guamasa, localidad situada a tan sólo 14 kilómetros al sureste de Taco, un cerdo había sido encontrado muerto con terribles mutilaciones. Sin vísceras, sin hocico, sin ojos y sin gota de sangre en su cuerpo. Al igual que sucedía con los perros de Taco, en este ataque tampoco existían rastros de sangre en el lugar de la agresión.
Pocos días después, el 18 de mayo, Muñoz Yéveres, jefe del Gabinete de Prensa de la Policía Local, ofrece una rueda de prensa en la que lanza la explicación oficial que las autoridades suelen comunicar en estas circunstancias, con la intención de tranquilizar a la ciudadanía. Unos vecinos que –por cierto- empezaban a sentir cierta preocupación por tan inusuales hechos. La hipótesis esgrimida por el portavoz, y con la que se pretendió cerrar todas las especulaciones sobre la muerte del cerdo, fue que el autor de los hechos tenía que haber sido necesariamente un hurón o una rata gigante, no lo tenían demasiado claro. La muerte de los perros, por su parte, se trató como un acto de venganza cometido por algún lugareño con problemas con los dueños de la fábrica. Cosas de vecinos, vaya…
Evidentemente, estas explicaciones no dejaron satisfecho a nadie. Incluso la alarma aumentó un grado más con las intranquilizadoras declaraciones de Antonio Sierra, delegado provincial de Salud, al afirmar que “realmente nos ha llegado a preocupar porque no tiene carácter espontáneo, sino que es un claro sacrificio de perros. No presenta aspectos sanitarios, sino fetichistas.” Mientras, los testimonios de ataques y avistamientos en toda la isla se multiplicaron. Todos los implicados en esta oscura historia, agentes del orden, dueños de los animales y curiosos en general aportaron las explicaciones más ortodoxas para estos casos: sectas satánicas, perros asilvestrados, el típico felino escapado de un zoológico, bromistas con pocos escrúpulos,… Todos creían estar en posesión de la verdad.
Pero la idea de que un raro animal estaba haciendo de las suyas en la isla cobró nuevo impulso tras ser avistado un “extraño bicho” (así se le adjetivó) por los escolares de un colegio de Taco. Las descripciones aportadas por los niños fueron un tanto confusas y el único dato que se pudo extraer de todo este asunto fue que el ser en cuestión estaba recubierto de pelo oscuro. Lo que también resultó poco claro fue el hallazgo del cuerpo de un joven que había sido encontrado – al parecer – con heridas similares a las que acabaron con la vida de los animales. Nada se pudo confirmar sobre este aspecto pues el hermetismo policial hizo imposible avanzar en las indagaciones y la imaginación popular tal vez quiso ver algo siniestro donde sólo existía una muerte accidental sin mayor extrañeza.
Para terminar de rizar el rizo, la policía admitió la presencia de luces en el cielo de la zona durante las noches en que se produjeron las matanzas, lo que levantó todo tipo de especulaciones y una expectación inusual entre los seguidores del fenómeno ovni. Ya teníamos una nueva vía de investigación y otra hipótesis que echar al saco de las posibilidades: los chupacabras eran tripulantes de naves extraterrestres o –como algunos apuntaban – más bien mascotas de los marcianos, robots biológicos a su servicio.
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El perro Benito |
Lo que hace que este nuevo caso con perro sea singular es que el animal no perdió la vida, convirtiéndose en uno de los pocos supervivientes a nivel mundial que pueden contar (si pudiera hablar, claro está) haber escapado del ataque de uno de estos seres. Benito, como así se llamaba la víctima, apareció prácticamente desangrado y con tres marcas en su costado. Se apreciaba que, a través de una de estos agujeros, habían empezado a extraer las vísceras del animal, pero algo o alguien impidió que lograran terminar su propósito. ¿Tal vez la presencia de algún humano hizo huir a la bestia? Nunca lo sabremos.
Los ataques continuaron llenando páginas de diarios y tertulias de café durante los siguientes meses, encontrándose varios animales muertos que tenían como rasgo característico la extracción de órganos
La cifra final de víctimas de este (o estos) chupacabras tinerfeños fue –finalmente - de dos perros, un cerdo, una docena de conejos, algunos patos, varios gatos y más de quince cabras. Y un herido, Benito.
Evidentemente, algunas muertes explicables se sumaron también a esta larga lista de damnificados, aumentando la leyenda de la bestia de Taco para regocijo de los investigadores del tema y temor indisimulado de los vecinos de este barrio y alrededores. El archipiélago canario -como en tantas otras ocasiones – no deja de fascinarnos con sus historias envueltas en misterio.